¿Deberían aprender a programar los abogados?

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Existe un debate en el sector legal acerca de si los abogados deberían aprender a programar (hacer código) en esta era actual de innovación.

David Colarusso, Director del Laboratorio de Innovación Legal y Tecnología (LIT) de la Escuela de Derecho de la Universidad de Suffolk, concluyó de manera importante en un artículo reciente que la pregunta depende de la definición de “abogado”, “código” y “debería”. En realidad, «Configurar, no codificar» debe ser un mantra que pueda guiar a los abogados en su búsqueda para aumentar la productividad.

Los abogados buscan ser más productivos y aprovechar su experiencia; y la tecnología les permite hacer ambas cosas.

La realidad es que los abogados, como cualquier otro profesional, solo pueden trabajar un cierto número de horas al día, pero con el poder del código de su lado podrían trabajar incluso mientras duermen. Esto les permitiría escalar para satisfacer la demanda y no estar limitados por la capacidad humana.

¿Los abogados necesitan dominar uno o más lenguajes informáticos?

Si los abogados necesitan o no programar, en el sentido de dominar uno o más lenguajes informáticos, es lo menos importante. Lo importante es aceptar que la tecnología puede ayudar a superar los propios límites de la capacidad humana y a resolver el problema de escala a la hora de satisfacer la demanda.

Por lo tanto el primer paso para resolver el problema de escala a la hora de satisfacer la demanda es admitir que existe un problema. Y el siguiente paso es buscar ayuda. Aquí es donde surgen dos caminos:

  1. El primer camino conduce a la codificación, el dominio de lenguajes informáticos, plataformas, IDE, casos de prueba de regresión, variables de sesión y GitHub.
  2. El otro camino lleva a pensar de nuevas maneras, diseñando una solución empresarial que pueda escalar encontrando una tecnología adecuada que la respalde.

El objetivo del abogado es resolver los problemas de las personas (lo mismo que los programadores). El código en realidad es solo una herramienta, es decir, un medio para llegar a ese fin.

Lo cierto es que los grandes ingenieros de software llevan años dominando su disciplina, al igual que los abogados. Es por ello que ser muy bueno en ambos sería muy complicado, y además, se puede llegar a los mismos resultados de otras formas más fáciles y rentables.

¿A quién le interesa el código?

Los clientes que necesitan un servicio legal no están interesados ​​en el código que utilizas para resolver el caso. Buscan un resultado exitoso y con el menor riesgo posible, a un precio que represente valor.

Si eso se puede proporcionar utilizando código ya existente, la función del abogado innovador se convierte entonces en la transferencia de conocimientos a la plataforma, no en aprendizaje de códigos o en la configuración de entornos informáticos.

Si con unos pocos clics un abogado puede crear un formulario en línea y una base de datos para recopilar información para sus clientes y sugerir qué pasos deberían dar, esto le permitiría centrarse en tareas más importantes: comercializar el servicio, escuchar a los clientes, adaptar el servicio al feedback recibido y generar innovación.

Construir un negocio es un esfuerzo de alto nivel, y el objetivo no debe ser el código en bruto. Actualmente las plataformas de soluciones tecnológicas ayudan a los abogados analíticos, lógicos y empresarios a aprovechar su experiencia en un procedimiento y a prestar servicios de una forma en la que nunca antes habían sido capaces.

Todo apunta a que el futuro del sector legal será brillante para los abogados que piensan como ingenieros pero que ejecutan de la manera más eficiente posible. Aquellos que hacen clic para configurar, no código para entregar, superarán a sus compañeros en agilidad y eficacia. Por eso sin lugar a dudas, en Emérita creemos que merece la pena invertir en tecnología.

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